Casetes, transistores, viejas herramientas, utensilios del hogar y, en definitiva, todo tipo de antigüedades. Son habituales en los mercadillos los puestos de objetos antiguos, la mayoría de uso cotidiano, pero otros dotados de cierto valor artístico. Son estos últimos los que busca, por ejemplo, Rocío, dueña de un inmenso rastro en Arévalo. Las antigüedades no se encuentran en el mercado de Cantalejo, sino en casa de Gaudencio, coleccionista de trillos y aperos del campo, y lo mismo pasa en Medina, donde la visita al mercadillo se puede compaginar con una más que merecida excursión al Museo del Juguete Antiguo Ricordi.