Al mercado de Arévalo acuden vendedores ambulantes de toda la provincia de Ávila y también de Salamanca, pero entre todos los puestos llama la atención el de Alberto, un librero cargado con cientos de libros y muchos y fieles clientes. Por allí también se deja caer cada semana Rocío, en busca de alguna reliquia para su almacén de antigüedades, unas instalaciones que ocupan más de 2.000 metros cuadrados. Ricardo, cronista de la localidad, conoce bien cómo surgió este mercado, en torno a la venta de ganado y legumbres, y Agustín guarda las fotos más antiguas que se conservan de aquella época.