A vista de pájaro ya se aprecian las ausencias en el paisaje. La iglesia de San Martín guarda un tímido silencio ante la falta de su ábside románico que en los años cuarenta fue trasladado piedra a piedra a la ciudad de Nueva York. Hoy, una parte del corazón de piedra está escoltado por los difuntos en su interior y en el exterior circundada por la necrópolis que son sepulturas rupestres, casi una metáfora del triste destino de este templo medieval. A su lado, el castillo que muestra algunos restos de lo que fue el poderoso alcázar, hoy pendiente también de una solución para ponerlo en valor. El viejo hospital de la Magdalena corre el mismo camino de la desesperación esperando, algún día, una necesaria rehabilitación. Las cúpulas de la capilla del palacio de los condes de Montijo sostienen un edificio que durante años la hostelería lo salvó y ahora sigue pendiente de una nueva puesta en valor.