LEÓN

La Robla detona su pasado

La voladura de las torres de refrigeración de la central térmica de la localidad escenifica el fin de la actividad minera en una comarca que deposita sus esperanzas en el hidrógeno verde

Ical

Cinco segundos. Ese es el tiempo que tarda en desaparecer la historia industrial de una comarca. El tiempo en el que la realidad golpea los rostros de sus habitantes, con el mismo estruendo con el que 18.000 toneladas de material caen sobre el suelo en, precisamente, cinco segundos.

En esos cinco segundos, la central térmica de La Robla, ubicada en el corazón Montaña Central Leonesa, perdió dos de sus emblemas más reconocibles, esos que hacían a sus habitantes sentirse “en casa” solo con verlos en el horizonte, esos que supusieron la alegría de una época dorada en la que había presente y futuro.

Cinco segundos que pasaron en un pestañeo y que rompieron de forma brusca el silencio que imperaba entre todos los habitantes de la zona que no quisieron perderse, cada uno desde el lugar que consideraron más favorable. En esos cinco segundos, Naturgy voló con 182 kilos de dinamita las dos torres de refrigeración de la central de térmica de La Robla, de unos cien metros de altura y más de 70 de diámetro y que, a pesar de su gran tonelaje, cayeron como una pluma.

Con un volumen conjunto de unos 220.000 metros cuadrados y un peso de más de 9.000 toneladas cada una, su destrucción supone la llegada al ecuador del proyecto de desmantelamiento de la central térmica iniciado hace un año con un presupuesto total de 12,9 millones de euros y cuyas tareas se habían centrado hasta el momento en el achatarramiento de equipos tras la desaparición de las cintas transportadoras de carbón y el desguace de turbinas, alternadores y transformadores. Sin embargo, aún rozan el cielo las chimeneas de la central, que permanecerán en pie hasta el próximo año, fecha en la que está previsto su derribo.

Para su derribo se ha utilizado la técnica de la fulminación, mediante la que las torres se desplomaron sobre su vertical con un ligero vuelco pero sin efecto de basculamiento, con el fin de agrupar hacia ese lado todos los escombros. Tras los correspondientes cálculos de estabilidad, se practicaron trabajos de debilitamiento y, en el momento del disparo, las cargas explosivas fragmentaron los pilares de apoyo, haciendo que las construcciones perdieran su equilibrio y colapsasen por su propio peso.

En total se usaron 182 kilos de dinamita y 378 metros de cordón detonante y la ráfaga del disparo ha tenido una duración de 4.200 milisegundos. La tecnología utilizada, es decir, detonadores electrónicos, permitió controlar la continuidad de la cadena pirotécnica hasta el momento del disparo.

Una vez realizada la voladura, los residuos de hormigón y de la estructura metálica son recogidos a nivel del suelo, donde se estima que se recuperen 106 toneladas de hierro y 18.000 toneladas de hormigón que serán reciclados.

Por su parte, para minimizar el polvo que podía provocar el colapso de las torres, se dispuso un sistema de cortinas de agua que surgieron desde unas trincheras construidas en el suelo e impulsadas por cordón detonante y cuya ráfaga, inmediatamente después del disparo de la torre, tuvo una duración de unos 10 segundos.

 

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