Personas con diversidad funcional, que hayan sufrido abusos, con baja autoestima y muchos complejos. Son algunos de los perfiles que demandan los servicios de los asistentes sexuales. En España apenas media docena cubre toda la demanda, que va en aumento. Porque el apetito sexual, la erótica, no entiende de exclusividad y es universal.
Los sexólogos piden que el asistente sexual sea una figura formada con conocimientos en sexología, psicoterapia, cuerpo, comunicación... Aquí en España trabajan de una manera alegal, pero en países como Suiza, Canadá o Estados Unidos es una profesión legal.
La relación entre asistente sexual y la persona que contrata sus servicios es puramente profesional. Ambos saben que no hay ninguna clase de enamoramiento. No se trata de eso. Por eso antes de llegar a cualquier tipo de contacto físico, ya sean caricias, masturbación o coito, ambos participan en una triple terapia de la que también forma parte el sexólogo.
El terapeuta sexual ayuda a encontrar la erótica de quien le contrata. A quien no se atreve a mirarse, que lo haga frente a un espejo. A quien nunca ha tocado otro cuerpo, que empiece experimentando con las caricias.