Están de moda. Es muy raro caminar por la calle y no ver a alguien sin un tatuaje. Los hay discretos, pequeños, en lugares apenas perceptibles para los demás. Y todo lo contrario. Tatuajes muy visibles, de colores, auténticas obras de arte en la piel.
Al mundo del tatuaje siempre le ha perseguido una cierta mala fama que poco o nada tiene que ver con la realidad. Juan, un tatuador con décadas de experiencia, lo tiene claro. El intrusismo está haciendo mucho daño al sector. "El tema es la gente que tatúa en sus casas con no sabemos qué tintas y son los que suelen preparar las alertas sanitarias".
Su establecimiento, en Valladolid, recibe la visita de Sanidad cada tres meses. El inspector no sólo corrobora que las agujas que utilizan para tatuar se deshechan en el contenedor correspondiente. Si no que los mangos se limpian correctamente y la tinta es la permitida. Además llevan a cabo un riguroso control de cada cliente.
El objetivo es evitar la transmisión de enfermedades infecciosas. "Si un establecimiento está bien regulado" explica el hematólogo Javier García, "el riesgo de contraer hepatitis o sida es mínimo".
Ante un nuevo cliente Juan responde a todas las dudas e incluso aconseja dónde es mejor tatuar para evitar más dolor, aunque es quien va a ser tatuado el que tiene la última palabra. Y eso implica que, a veces, no se tiene en cuenta que hay lugares del cuerpo donde es mejor no tatuarse.
La zona de las lumbares es una de las más elegida por las mujeres para tatuarse. Ya son pocas las que no saben que si lo hacen es muy probable que no reciban una epidural en el momento del parto si deciden ser madres.
En realidad, el anestesista puede buscar un hueco en esa zona libre de pigmento pero "puede ser arrastrado por la aguja hacia estructuras cercanas al sistema nervioso central". Según Jesús Rico, anestesista, "ahí puede desarrollar una tumoración o una irritación debido a las sales de metales pesados que habitualmente componen las tintas de los tatuajes".
Rico defiende que la tinta no permanece debajo del dibujo del tatuaje, si no que circula por el cuerpo gracias a los macrófagos, células que intentan retirar las sustancias extrañas que pueden existir en el organismo.
"Cuando a una paciente con un tatuaje se le pone una epidural no va a tener ningún problema en el momento en el que les has pinchado. Los problemas pueden venir años después. Lo que ocurre es que no se ha documentado nunca. Cuando tienes un problema neurológico con 70 años, decir que eso fue por una epidural que te hicieron hacen 20 es muy difícil de demostrar".
Afortunadamente hay alternativas a la epidural, como analgésicos intravenosos o gases inspirados. Es posible parir sin dolor incluso si se está tatuada. "Además existe la anestesia general que evita los pinchazos", explica Jesús Rico. "Cada vez tenemos más casos de gente completamente tatuada. Intentas no pincharles, pero hay veces que es inevitable porque le va la vida en ello y si tienes que poner una vía central, la pones".
Tatuadores y anestesistas piensan de manera diferente. Lo importante es tenerlo bien claro porque un tatuaje es para toda la vida.