El voto electrónico es un tema que llevamos escuchando más de 20 años, pero que nunca llega. En España contamos con la tecnología, pero no hay voluntad para implementarlo a nivel nacional en unas elecciones. En cambio, sí existe en entornos más pequeños y controlados. En esos casos, como ayuntamientos o el Congreso, sí se da, de hecho es un éxito.

Pero a nivel electoral no pueden garantizar, dicen los expertos, que no haya ciberataques o coacciones. Algo como pulsar un botón desde un ordenador o un móvil no está sencillo. "Necesitaríamos asegurar la confidencialidad, que el voto sea secreto, la autentificación, que supiéramos quién había votado y la verificación", explica Jesús María Vegas, doctor en informática y profesor de la Escuela de Ingeniería Informática de la Universidad de Valladolid.

Gracias a sistemas encriptados tendríamos la seguridad para proteger esos votos de los hackers, aun así, "no estaríamos seguros de que no podría haber algún agujero que podrían aprovechar para hacer algún ataque a este sistema", añade.

"En España, el voto tiene que ser universal, secreto, libre y, ¿cómo haces un voto libre cuando votas desde casa? Te pueden estar coaccionando detrás", apunta Luis Panizo, secretario general del Observatorio Voto Electrónico de la Universidad de León.

Además de los riesgos, ambos coinciden que su implementación ampliaría la brecha digital. 

No ocurre así en Estonia, que sería el espejo en el que mirarnos. Desde 2005 se ha convertido en la república digital. El año pasado los votos electrónicos ya superaron a las urnas. Un caso de éxito, único en el mundo, no solo basado en su implementación total de Internet, sino en un sistema mixto que da preferencia al voto presencial y así evitar los riesgos.

De momento, en España, pasan las citas electorales y seguiremos con las cabinas, las urnas y las papeletas.

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