Más de 600 psiquiatras, psicólogos y trabajadores sociales se dan cita hoy y mañana en Valladolid para asistir a las Terceras Jornadas de Jóvenes Profesionales de la Salud Mental. Una oportunidad para poner en común experiencias a través de casos clínicos.
La crisis está poniendo de actualidad muchas enfermedades mentales que siempre han existido pero que quizás ahora están cobrando más protagonismo. Enfermedades como la depresión, la ansiedad, el estrés. Trastornos que no sólo padecen los adultos, también los niños.
Ana Elúa Samaniego, psicóloga clínica del centro de salud mental infanto-juvenil del Hospital Río Hortega de Valladolid, ve estos casos a diario. El problema, según ella, es que ahora se psiquiatriza todo. Cualquier alteración del niño, sobre todo de comprotamiento, se considera patológica. Y no todos los niños hiperactivos tienen por qué tener déficit de atención. O no todos los niños tímidos tienen que tener síndrome de asperger.
Una tendencia que según esta psicóloga "muestra más una frustración de los padres o de los colegios, el cómo manejar esas situaciones y, sobre todo, lo que se pretende es una eliminación de lo que molesta del niño sin tener en cuenta que el niño está sufriendo".
Si un niño que simplemente es travieso, pero que en su entorno se cree que tiene TDAH y se le trata como a una persona enferma, al final su desarrollo se paralizará. Algo peligroso según Elúa Samaniego porque "un niño de tres años con autismo no sabemos cómo va a ser con 18 años".
Los niños también se deprimen. No cuentan que están deprimidos pero tienen una serie de comportamientos que dan una pista sobre qué es lo que le ocurre al menor. Generalmente esa depresión se produce cuando un conflicto en la familia o también cuando al niño se le exige demasiado a nivel escolar y acaba frustrado.
La frustración es algo a lo que no están acostumbrados nuestros menores. Lo importante es saber establecer unos límites para enseñarles que no todo se consigue aquí y ahora. Es la diferencia entre querer a un hijo y mimarlo.
"Los padres que ponen unas normas", explica Ana Elúa, "si hay un día que están cansados no obligan a sus hijos a cumplirlas. El día que están de buen ánimo obligan a sus hijos a cumplirlas, pero eso confunde a los niños porque no saben qué se debe esperar de ellos".
Los psicólogos valoran cada caso de manera diferente, tratan a los niños como personas. A través de un simple dibujo intentan conocerlo y averiguan qué le preocupa. Pero según Elúa Samaniego, en la mayoría de los casos el problema no es de los menores si no de la sociedad.