A Isabel se le caía el alma a los pies cada vez que veía cómo los ancianos de la residencia en la que trabajaba regresaban de sus paseos muertos de frío. Las mantas con las que se tapaban sentados en sus sillas de ruedas no conseguían mitigar las bajas temperaturas.
Isabel siempre se preguntaba por qué los mayores no podían disfrutar de sus paseos tal y como lo hacen los bebés sumergidos en sus saquitos. Y de ahí surgió su idea y, posteriormente, Sacoconfort.
Lo primero era buscar una costurera que diera forma a a sus bocetos. Y no sólo dio con ella, si no con un taller de confección que es el que se encarga de cortar, coser y dar forma a cada uno de los modelos.
Cada saco es diferente, hecho a gusto de las necesidades del consumidor. Con materiales de primera calidad que otorgan al usuario ese calor que tanto hace falta en los días de invierno.