La agricultura europea está en un momento delicado. Por un lado, hay una transformación tecnológica grande a la que el sector está obligado a adaptarse. A esto se une la edad media de los agricultores que choca con el poder ir al ritmo que exigen estos cambios tecnológicos. Además, hay que contar con una complicación más: las adversidades meteorológicas que se están registrando. Adversidades que afectan directamente a los rendimientos finales.
Bajo estos condicionantes el sector agrario se tiene que ir adaptando y aceptando que la manera de ser agricultor tiene que cambiar. Aquí entran en juego las administraciones. Ellas tienen que ser el soporte y acompañar en el cambio al sector. Es el turno de remar todos juntos en la misma dirección y no de poner trabas en cada paso.
Con esto claro, es importante que los agricultores y los ganaderos estén más unidos que nunca. Europa tiene que reaccionar. Hoy el sector está obligado a alcanzar una sostenibilidad agroambiental y una sostenibilidad económica. La una sin la otra no pueden tener éxito y para conseguirlo, el sector tiene que contar con herramientas.
Ahora Europa tiene que escuchar al sector y replantearse las políticas que en materia agraria se han puesto en marcha durante los últimos meses, teniendo en cuenta que el agricultor y el ganadero lo único que quiere es seguir produciendo siendo rentable. No se oponen a la entrada de productos procedentes de terceros países - si estos se producen bajo los mismos parámetros a los que producen ellos - y quieren que la carga burocrática disminuya, de lo contrario, será difícil que ellos puedan seguir haciendo su trabajo.