Hacer todo lo posible para sacar a flote su negocio. Este ha sido el objetivo de Sergio, un bailarín profesional que ahora también trabaja como albañil para pagar los gastos de su propia academia. Asegura que no tirará la toalla mientras, aunque sea, una única persona, acuda para aprender a bailar. Sergio cambia la radial y la hormigonera a pleno sol por los pasillos que dan hasta las salas de baile. Allí, junto a ritmos latinos, enseña a sus alumnos su verdadera profesión.
Lleva 18 años dedicados a la danza, pero ahora tiene que trabajar como albañil para sacar adelante su academia. Solo los gastos de mantenimiento del local, alcanzan los 3.000 euros. Además, tiene cinco profesores en su plantilla. Dice que todos ellos "tienen que comer" y que de él depende la estabilidad de muchas familias. Antes de la pandemia, tenía cerca de 500 alumnos. Ahora, apenas llegan a los 90. Poco a poco, la gente se anima a aprender a bailar, aunque, con la legislación actual de la Junta, esto solo se permite entre convivientes