Anna es ucraniana, de Mikolaiv, y desde que estalló la guerra su vida no ha sido precisamente coser y cantar. Los primeros días de la invasión tuvo que esconderse en el sótano de su casa y a las dos semanas decidió huir de las bombas con sus hijas. Su marido, por la ley marcial, no pudo moverse con ellas hasta unos meses después.
Ahora los cuatro hacen vida en Valladolid, una ciudad que les ha acogido y que está siendo donde Anna está cumpliendo su sueño: abrir su propio taller de costura. En Ucrania ella trabajaba haciendo arreglos y cosiendo, pero no ha sido hasta ahora cuando ha podido iniciar su propio negocio con el apoyo de unos amigos de sus padres.
Aun así, cuando recuerda la etapa inicial de la guerra, se le cortan las palabras y no puede explicar muy bien cómo fue vivirlo.
Pese a estar feliz en Valladolid, añora su hogar y su vida anterior. Su idea es volver a su país en cuanto llegue la paz. Pero por el momento, con su emprendimiento, logra ser el sustento económico de su familia.
En esta época navideña, recuerda que va a ser inevitable compararlo con hace un año cuando preparaban el tradicional pollo relleno junto a su familia. Y se emociona al recordar que sus hijas tendrán menos regalos por la situación económica.
Aun así, comenta que la ayuda que ha recibido para poder tener estabilidad en España, quiere devolverla a sus compatriotas para que pasen esta época de la mejor forma posible y tratando de olvidarse por unos días de la guerra, si es que pueden hacerlo en algún momento.
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