Estaba llamado a una vida opulenta como hijo de un magnate del petróleo saudí, pero cambió el lujo de los petrodólares por convertirse en la mayor pesadilla global.
Osama Bin Laden comenzó su historial armado a partir de 1979, cuando los soviéticos invadieron Afganistán. Se entrenó en las montañas, se cree que con el visto bueno de la CIA.
Contra los rusos se hizo un nombre entre los muyaidines, a quienes reclutó en todo el mundo árabe para su yihad. Esa guerra santa que proclamaba se centró en acabar con la potencia hegemónica una vez terminada la Guerra Fría.
A partir de la Primera Guerra del Golfo, liderando Al Qaeda, ya era un enemigo declarado de Estados Unidos. En 1991, emigró a Sudán, desde donde comenzó a coordinar ataques contra todo occidente, algo que seguiría haciendo desde Afganistán con los talibanes.
Su primer atentado lo dirigió en 1993 contra el World Trade Center, murieron 6 personas. Le siguieron bombas en Kenia, Tanzania y Yemen, hasta que atacó de nuevo Nueva York en 2001.
Los 3.000 muertos del 11-S desembocaron en la mayor caza al hombre en décadas. Washington se lanzó sobre Afganistán y los reductos islamistas de Pakistán, pero Al Qaeda siguió actuando, en Indonesia, Londres o Madrid. Desde 2001, su paradero ha sido una incógnita que ni los 50 millones de dólares de recompensa conseguían resolver. Bin Laden era el fantasma más aterrador de este siglo y había desencadenado un conflicto contra su organización en los cinco continentes.