El Real Valladolid sufrió este Domingo de Resurrección en Sevilla una de las derrotas más duras de su historia al perder por 6-2 en un Estadio Ramón Sánchez Pizjuán vacío ante el filial del Sevilla F.C. y en un partido que se ventiló en 45 minutos, los que tardó Yan Brice en abrir la cuenta (5’) y Marc Gual en cerrarla por su parte con un triplete antes del descanso (12’, 22’ y 45’). 4-0 en el descanso y partido liquidado. Muchos goles y poco fútbol.
El encuentro no tuvo historia alguna. El Real Valladolid encajó el primer gol y no supo digerir lo que se le venía encima. Sin saber ni cómo ni el porqué, sin saber quién ni el qué estaba fallando, en los primeros 22 minutos el Pucela había encajado tres goles. Visto y no visto, el Pucela no sabía ni por dónde le venían los tiros.
No tuvo que hacer el Sevilla Atlético unos minutos de fantasía para golear al Real Valladolid. Simplemente, enchufó un balón por la escuadra para empezar, culminó una llegada desde la derecha después y aprovechó la inspiración de Marc Gual para cerrar la goleada sin despeinarse. Dio la sensación de que era el Promesas el que estaba jugando en un Estadio Ramón Sánchez Pizjuán abarrotado ante el primer equipo sevillista, cuando la realidad es que el anfitrión era el filial hispalense y no se jugaba nada.
Sólo con el 3-0 el Real Valladolid pudo tomar conciencia de lo que estaba pasando e intentó despertar de la pesadilla con un gol que frenara la hemorragia y dejara el partido abierto a uno de esos milagros que de vez en cuando se dan en el fútbol. El Pucela quiso, pero no pudo, y antes del descanso, Marc Gual cerró la historia.
Ya sin nada que hacer, la segunda parte no tuvo importancia alguna. Salieron en el descanso Rafa y Míchel por Juan Villar y Jordán, después marcó Raúl de Tomás de penalti cometido sobre él mismo, luego metió el quinto el Sevilla Atlético, Espinoza salió por Moyano en el minuto 74, bordó Carrillo el sexto y Raúl de Tomás metió su segundo tanto…6-2. Mientras en las calles de Sevilla se cerraba la Semana Santa, el Pucela sufría su propia pasión.