Hace un año que Valladolid quedó huérfana de su escritor más insigne. Un hombre discreto, en los últimos años casi esquivo, de cuya pluma salieron las más fieles crónicas de Castilla.
El 12 de marzo de 2010 el ayuntamiento de Valladolid se convertía en tanatorio para albergar el féretro de Delibes. Ese día, la casa consistorial fue testigo del paso de unas 20.000 personas que quisieron dar su último adiós al escritor. En el teatro Calderón, Concha Velasco pedía un minuto de silencio en su memoria antes de representar la obra 'La vida por delante'. Al finalizar, un cálido e interminable aplauso dejaba patente el cariño de los presentes hacia el fallecido.
Delibes amaba Valladolid. Y la ciudad era una novia agradecida, que le correspondía con creces. Cualquiera podía encontrárselo paseando como uno más por el Campo Grande o la Acera de Recoletos, lugares cercanos al que fue su domicilio en la calle Dos de Mayo. En los últimos años se dejaba ver menos. Un cáncer de colon del que nunca llegó a recuperarse fue la gota que colmó el vaso de su hastío, que comenzó con la prematura muerte de su mujer Ángeles de Castro en 1974.
Su mayor inspiración
Ángeles fue inspiración para Delibes desde sus inicios en el mundo de las letras. En 1941 un joven Miguel era contratado como caricaturista en El Norte de Castilla. A sus 21 años y con todo un futuro por delante, elegía como seudónimo MAX (Miguel, Ángeles y una X por lo incierto de su destino).
En 1943 obtuvo el carné de periodista profesional y el diario le hizo redactor de cine, un cargo que compaginó con el de caricaturista. Un curioso inicio para el que luego pasaría a dirigir el diario en 1958. En 1946, su noviazgo con Ángeles culminó en boda.
Su debut en la literatura tuvo premio. Concretamente, el Nadal. En 1948, Delibes recibió este galardón por 'La sombra del ciprés es alargada'. Ese sería tan sólo el primero de una interminable lista de reconocimientos entre los que destacan el Príncipe de Asturias, el Nacional de las Letras, el Miguel de Cervantes o el Nacional de Narrativa. También fue investido doctor honoris causa por las universidades de Valladolid y Salamanca e ingresó en la Real Academia de la Lengua, donde, hasta su muerte, ocupó el sillón 'e'.
Pero, sin duda, el mayor reconocimiento de su vida lo obtuvo el día de su muerte. El 12 de marzo del año pasado, el eterno pesimista recibió todo el cariño de sus conciudadanos y admiradores. Ese día murió el hombre, pero la figura literaria se asentó más si cabe.
Delibes, vivo en el recuerdo de Valladolid
Valladolid no olvida a su cronista. Los hijos de Delibes continúan recibiendo a día de hoy numerosos mensajes de condolencia. Los lectores piden más. Desde su muerte, la editorial Destino ha vendido 300.000 ejemplares de las obras de Delibes, sobre todo de 'El Camino', 'El príncipe destronado' y 'El hereje'.
El año pasado, el ayuntamiento decidió dedicar un día de cada edición de la Feria del Libro a su memoria y la Casa de Valladolid en Madrid le dedicará próximamente un busto de bronce en el Parque del Retiro. Para los más pequeños, la Fundación Villalar ha editado 'Mi primer Delibes', un resumen de las peripecias de Daniel 'el mochuelo' en 'El Camino' en tan sólo 35 páginas.
Este sábado, la villa del Libro de Urueña, cuyo centro e-Lea fue rebautizado con el nombre del escritor, acoge desde las 11 hasta las 18 horas una lectura de 'El Hereje' en la que podrá participar cualquier visitante. Además, se proyectarán dos documentales sobre la figura del escritor.
A título más íntimo, la familia de Delibes constituirá la Fundación con su nombre, que se ubicará en el Pabellón de Maquinistas de los Antiguos Talleres de Renfe cuando finalice el soterramiento. Después de firmar en el notario, celebrarán una misa privada.
Los restos de Miguel Delibes descansan en el Panteón de Vallisoletanos Ilustres junto a José Zorrilla y Rosa Chacel, pero también junto a Ángeles de Castro, su mujer, la 'Señora de rojo sobre fondo gris' cuya ausencia nunca pudo superar del todo.