Si a alguna calle de Segovia se la conoce por un nombre que no es el suyo, esa es la Calle Real, la de mayor tránsito peatonal y la de mayor actividad económica. Su denominación es popular, pues oficialmente está formada por las calles Isabel la Católica, Juan Bravo y Cervantes, y las plazas de El Corpus y de Medina del Campo; y ningún callejero ni listín telefónico la registra con nominación monárquica.
Aparte de su característico apelativo, la principal avenida comercial de Segovia ha sido una de las que más transformación ha experimentado, especialmente por la irrupción de los nuevos modelos económicos, donde el comercio y las tiendas tradicionales han sido sustituidos por modernas franquicias, de puertas abiertas constantemente y nombres ajenos a la ciudad.
Los uniformes de militares, sotanas sacerdotales o hábitos de monjas, han dado paso a los trajes y corbatas que se mezclan hoy con paraguas que con diversos fines emplean los grupos de turistas procedentes tanto de Europa como de América y Asia. Ya resulta más extraño ver una capa, un manteo, una faja o un alzacuellos, que túnicas, burkas o velos árabes.
De esta metamorfosis en la que los segovianos apenas han intervenido de forma activa, da buena cuenta una curiosa exposición abierta en el Museo Rodera-Robles. Han sido miles los habitantes que han satisfecho sus compras en esta calle, también lugar de paseo diario, de tránsito habitual de turistas para acceder al centro urbano, donde se fijan las citas entre vecinos o se buscan y encuentran con aquellos a los que se busca físicamente.
A través de una amplia colección de fotografías y objetos relacionados con la historia de este emblemático pasillo urbano, la muestra 'La Calle Real de arriba abajo' permite al visitante realizar un recorrido en el que se mezcla la historia de la ciudad de los últimos 100 años con una variada memoria sentimental, donde los nombres de los comercios resultan algo más que familiares. Los cientos de negocios que han estado durante el último siglo han formado parte de la vida colectiva de los segovianos, por lo que despierta en el visitante sensaciones y sentimientos compartidos.
Recorrido
La muestra comienza en la Plaza Mayor donde recuerda que hubo supermercados, con fachada de azulejos cerámicos elaborados en la propia fábrica que tuvo la ciudad. Perfumería Velasco, Salcedo, Mollinedo, El Toledano, Casa Mozo, Casa Fermín… son algunas de las tiendas que ya no existen. En la Plaza del Corpus, la cafetería La Colonial esconde lo que fue Casa Ulpiano, prestigiosa tienda de tejidos que estuvo rodeada de confiterías. La óptica La Gafita de Oro, la perfumería de don Luis Martín García Marcos, la sombrerería de Claudio Moreno, la tienda de máquinas de coser Casa Solera ofrecían las principales novedades en sus sectores.
Luego se encuentra la Plaza de Medina del Campo, donde se erige la única estatua de Juan Bravo. Allí convive con unas sirenas que dan nombre popular a un espacio y que oficialmente tampoco existe, pero que sirvió para denominar a un hotel, un cine o un espacio de reuniones colectivas. A duras penas perviven algún algunas pensiones y antiguas fondas ante los nuevos hoteles de lujo.
La zapatería Los Chicos, La Garza Real, la Imprenta Ondero, la Casa del Siglo XV, la librería de la Viuda de Mauro Lozano, Confecciones Germán Elías, librería La Fuencisla, calzados El Sol, La Fama, cafetería Castilla... eran otras tiendas "de toda la vida", recuerdan los segovianos.
Cada cierre ha supuesto un aldabonazo para los recuerdos de muchos habitantes de una ciudad histórica, marcada hoy por la progresiva despoblación del centro urbano, y la irrupción de grandes superficies comerciales a las afueras, mientras las grandes marcas nacionales e internacionales se instalan en estos pequeños rincones.
Calzados La Ideal, sastrería Garzón, Quintanilla, Calderón, Elías y Serrano, Migueláñez, pañerías Herrero, saneamientos Maroto… y se acaba la calle con una zona de bares y restaurantes, algunos históricos como La Tropical o el Orly, en cuyas inmediaciones se han realizado miles de transacciones económicas de mano de los ganaderos y agricultores que cada jueves asisten al mercado de precios que establece la Lonja Agropecuaria.
Para el director del Museo, Rafael Cantalejo, el objetivo de esta exposición es mostrar los cambios "en el paisaje y en el paisanaje de la Calle Real a través de las fotografías de algunos de sus comercios más característicos". La exposición, coordinada por Juan José Bueno y realizada por Juan Ignacio Davía, ha contado con la colaboración directa de Juan Pedro Velasco y Ramón de Blas.
La muestra reúne algunos objetos procedentes de estos comercios, como un espléndido juego de pasador de corbata y gemelos de Casa Mozo o unos singulares zapatos de los años 20 que se exhibieron en el escaparate de Los Chicos y que conservan incluso su etiqueta original.
'La Calle Real de arriba abajo' permanecerá en el museo Rodea-Robles hasta el próximo mes de junio.