Era la presentación de ‘Luvina’, la revista literaria trimestral que edita la universidad de Guadalajara (México), pero parecía una fiesta de las letras leonesas. El poeta bañezano Antonio Colinas y los "filandones" Juan José Aparicio, José María Merino y Alfonso García consiguieron arrancar el aplauso y la sonrisa de un auditorio repleto en la Feria del Libro de Guadalajara, donde no faltaba el director general del Libro del Ministerio de Cultura, Rogelio Blanco, también leonés.
La directora de la publicación, Silvia Eugenia Castillero, presentó a sus invitados como "cuatro escritores que han forjado el paisaje contemporáneo de las letras españolas", tras explicar que el número 61 de ‘Luvina’ "aborda el fenómeno del español en un rico despliegue de textos diversos y de autores que viven en la región donde nació el español: Castilla y León". La publicación recoge asimismo textos de autores de la región como Luciano G. Egido, José Jiménez Lozano, Antonio Gamoneda, Luis García Jambrina o Fernando Arrabal, entre otros, junto a poemas prácticamente inéditos de Claudio Rodríguez.
El primero en tomar la palabra a continuación fue Antonio Colinas, que resaltó que "este número de ‘Luvina’ es un acto de justicia, como lo es que Castilla y León sea protagonista en la FIL, porque supone la constatación de la importancia primordial que en estos momentos disfruta la literatura de la región. Allá donde vayamos, sea Nueva York o Belgrado, siempre al final entre el público una persona pregunta el por qué de este fenómeno. Con humor suelo decir que es por un cruce astral, que no tiene explicación que en Castilla y León haya 20 ó 25 escritores de primerísima fila. Si pensamos en profundidad, podemos encontrar una razón de fondo, y es que la clave de esta literatura podría ser la memoria de la infancia en confluencia con nuestras raíces telúricas, con nuestra tierra, una tierra que es fría pero hermosa, ese cruce de caminos que decía Antonio Pereira. Tenemos tres tesoros que pueden haber contribuido a ello: la lengua común, el patrimonio artístico y nuestros espacios naturales".
Poesía y tradición oral
A continuación, Colinas repasó la escuela poética castellana, "que aglutina una poesía arraigada en estos orígenes, que vienen de muy atrás, desde los romanceros o cancioneros populares". Así, recordó el legado de Jorge Manrique, San Juan de la Cruz, Santa Teresa, Fray Luis de León, Jorge Guillén, Francisco Pino, Jiménez Lozano, Leopoldo Panero y Claudio Rodríguez, hasta poetas como José Luis Puerto y José María Muñoz Quirós. "Todos ellos transmiten esta sensación del lenguaje arraigado, puro, transparente y directo, que mezcla una ética y una estética muy determinadas".
También se refirió a la obra poética de leoneses como Crémer, Pereira, Eugenio de Nora, Tundidor, Mestre o Julio Llamazares o el propio Gamoneda, "una de las grandes figuras de la literatura española actual, que quiebra el tópico de las generaciones literarias", además de aludir a las poetisas de la región y a poetas jóvenes que "son innumerables y muy valiosos".
Tras leer sus dos poemas inéditos recogidos en ‘Luvina’ (‘Epitafio para nuestra amiga Hsiu Hsian Wu’ y ‘Signos en la piedra’, el protagonismo recayó en los "filandones", al y como Juan Pedro Aparicio reconoce que se les conoce ya popularmente a los responsables de perpetuar esta tradición popular leonesa, cuyos orígenes él mismo recordó en México.
"Esto que vamos a hacer aquí no es un filandón, porque un filandón requiere de nieve, por ejemplo. De unas señoras que están hilando, de ahí viene la palabra mientras se mataban las largas veladas de aquellos inviernos que cerraban las carreteras", apuntó. Tras revivir el primer "filandón contemporáneo" que se recreó en Segovia años atrás, Aparicio explicó que Alfonso García, "El filandón suplente", ocupaba en esta ocasión el lugar de Luis Mateo Díez, "el filandón primero", que no ha podido desplazarse la feria "por problemas serios".
"Como Luis Mateo no puede asistir, me convierto con mucho placer en su voz ante ustedes, aunque sea imposible recrear su dicción, el arranque de la palabra y la voz tan característica de él", añadió García cediendo la palabra a Merino, quien explicó que "en los filandones tradicionales, el sujeto principal de la narración era la oralidad; se contaban cuentos, historias de fantasmas y del pueblo, pero nosotros utilizamos microrrelatos y minicuentos, algo que está muy presente en la cultura mexicana".
Así, ante una audiencia embelesada, cómplice de cada matiz de los relatos, los tres degustaron cada frase de varios de sus relatos, como ‘El cielo’ o ‘El tilo’, de Luis Mateo; ‘Carta sin respuesta’, de Aparicio; o ‘Después del accidente’, de Merino, historias que fueron recibidas con emotivos aplausos y que se mezclaron con relatos clásicos como el ‘Calila e Dimma’ (aludido por Merino como el antecesor de los microrelatos) o como historias "subidas de tono" que ellos escucharon en su niñez sin comprenderlas, que recordaron para regocijo del público.