El presidente de Yemen, Alí Abudlá Salé, dejará su cargo en 30 días. Por si no fuera poco con la presión que ha tenido en las calles durante tres meses, los países vecinos también le han empujado fuera del poder. El jueves pasado varios representantes de las naciones del Golfo Pérsico le entregaron un plan trazado por Washington para materializar la transición política en el sur de la Península Arábiga. Salé lo ha aceptado, de modo que de aquí a un mes delegará todas sus funciones en su vicepresidente, Abdo Rabo Mansur Hadi, y dejará el Gobierno, pero no lo hará gratuitamente. Salé ha conseguido que en el acuerdo figure su inmunidad una vez que ya no tenga el cargo.
La oposición ha aceptado la salida del mandatario pero no el plan en su conjunto. Dicho plan, contempla la formación de un Gobierno de Unidad Nacional a lo que de momento se niegan. Aún así, dentro de tres meses Yemen debería convocar elecciones generales y sacar al país del colapso al que le han llevado 90 días de revueltas. En ese tiempo se ha parado su producción de petróleo y los grupos ligados de a Al Qaeda se han reorganizado, aprovechando que las fuerzas de seguridad se centraban en contener las protestas.