Varón de edad intermedia entre los 30 y los 50 años; conocedor del entorno natural incendiado; y con desequilibrios emocionales y dificultades de integración social. Son algunos de los rasgos habituales del perfil del pirómano.
Este tipo de personas suelen mostrar "una personalidad alterada con problemas incluso de distinción de la realidad que pueden rozar la esquizofrenia", tal y como asegura Juan Donoso Valdivieso, Vicedecano Primero del Colegio de Psicólogos de Castilla y León.
Una alteración de la personalidad que impide al pirómano diferenciar entre el bien y el mal hasta el punto de "encontrar gozo en el fuego que provoca y llegar a observarlo de cerca sin descartar participar en su extinción pero siempre desde un plano de protagonismo".
Es importante tener en cuenta que no es lo mismo un pirómano que un incendiario, es decir, alguien que provoca un incendio por algún tipo de interés y por ello, busca coartadas lejos de las llamas. Todo lo contrario al modo habitual de actuar del pirómano.
Un trastorno de la personalidad, en muchos casos, detectable desde edades tempranas y donde la educación en valores de respeto al medio ambiente puede jugar un papel fundamental para evitar las desoladoras consecuencias de los incendios forestales.