La primavera está a un tiro de piedra y el sol de marzo brilla con fuerza, pero la nieve ha vuelto a cubrir, con un manto inmaculado imposible de igualar en la ciudad, Rabanal del Camino y sus alrededores.
En este pueblo leonés se situaba antaño un enclave templario -hospital, según unos; casa relacionada con la explotación de las minas de Las Médulas, según otros-, el primero de la orden en el Camino Francés a Compostela a su paso por León, provincia que cuenta con una de las huellas más impresionantes de la presencia del Temple: el Castillo de Ponferrada.
El secretario de la junta vecinal de Rabanal, Juan José Prieto, presume de pueblo y de iglesia (la de Santa María de la Asunción) y con razón. "Tenemos cuatro albergues, dos hostales y cuatro bares, por aquí pasan muchos peregrinos, aunque el nombre lo tenga Foncebadón", aseguró. A la sombra de los muros de la iglesia, sobre un suelo de piedra helado y resbaladizo, no oculta su admiración por el templo: "Tiene una de las mejores y más bonitas espadañas de la zona".
A poca distancia, Prieto señala una casa que a los ojos de un visitante no destacaría del resto: "Es la casa de las cuatro esquinas, donde supuestamente pasó una noche Felipe II". Unos pocos metros después, el secretario vuelve a detenerse ante otra vivienda: "Aunque no quede nada de la original, ésta era una casa de los templarios, un hospital", afirma.
Así es la sombra del Temple; se proyecta, desdibujada, en muchos puntos del Camino de Santiago, donde su presencia se pierde entre la historia y la leyenda, gracias en parte a contribuciones literarias como la famosa novela romántica 'El señor de Bembibre', del berciano Enrique Gil y Carrasco.
A veces, como para recordar que muchas tradiciones tienen una base de realidad, esa sombra se torna inequívocamente real, inmensa. Es el caso del Castillo del Ponferrada, que la Orden de los Pobres Caballeros de Cristo ocupó, reformó y amplió "entre 1178 y 1308", como recuerda su director, Francisco Javier García Bueso. El viento ulula entre los sillares de piedra de la fortaleza y en él resuenan los ecos de tiempos pasados.
Los templarios, el Conde de Lemos, los Reyes Católicos... Todos dejaron su huella en un edificio que "ha evolucionado de forma compleja, como un juego de construcción, como un castillo con muchos castillos dentro", explica García Bueso, quien no tiene reparos a la hora de referirse a la historia más "esotérica" de la fortaleza.
Ubicada en pleno casco antiguo de la villa, domina Ponferrada desde un promontorio, sobre "un eje de fuerzas, en la confluencia de los ríos Sil y Boeza". Algo que, tratándose de los templarios, no fue casual.
A partir de 1994, con la redacción y posterior ejecución de un plan director -financiado por el Ministerio de Cultura, la Junta de Castilla y León, la Diputación de León y el Ayuntamiento de Ponferrada-, el castillo ha recuperado su antiguo esplendor.
Prácticamente toda su estructura se ha consolidado y la zona conocida como 'palacial', levantada por el Conde de Lemos, se ha rehabilitado para albergar salones de congresos, cafetería, restaurante, salas de exposiciones y una biblioteca.
El Camino de Santiago bordea parte del perímetro del castillo, cuya muralla exterior fue "reforzada y ampliada" por los templarios, que en 1308, un año después de que Felipe IV de Francia y el Papa Clemente V comenzaran su persecución, tuvieron que huir de la capital berciana, "primero al norte de Badajoz, a Albuquerque, y luego a Portugal".
San Juan de San Fiz
Construida entre finales del siglo XII y principios del XIII, la iglesia de San Juan de San Fiz, en Villafranca del Bierzo, también estuvo vinculada con "las órdenes del Temple y de los hospitalarios", según afirman historiadores como Juan García Atienza y tal y como se indica en un cartel informativo colocado junto al templo, exponente del románico rural de El Bierzo y ubicado a las afueras de Villafranca, en la carretera hacia Corullón.
Las imágenes de San Juan Bautista y María Magdalena presiden la iglesia, restaurada en 1987 y construida sobre unas ruinas romanas que pueden verse bajo las escaleras de acceso al altar.
"Santo Tomas de Ollas, Santiago y San Juan de San Fiz, de Villafranca, y San Esteban de Corullón representan el románico más característico de El Bierzo", recalca el párroco de Villafranca, Tomás Alija, para luego resaltar que San Juan de San Fiz ya era "un lugar emblemático en tiempos romanos y un lugar sagrado en el medievo".
En la localidad de San Fiz do Seo, a la sombra de la Peña del Seo, donde "los alemanes sacaban wolframio en la II Guerra Mundial", según relata su alcalde pedáneo, Antonio Abad, se sitúa la más humilde iglesia de San Pelayo y la Virgen de los Dolores, relacionada también con los templarios.
Su exterior se ha transformado mucho desde aquella época, pero el interior, restaurado el verano pasado, permite apreciar la solera de la construcción, último rastro templario en el Camino Francés a su paso por León.