Están ahí, en esos listados interminables, a veces son letras mayúsculas y otras son caprichosos nombres. Pero todas las wifis tienen un dueño, aunque a algunos no les importe meterse en el router del vecino.
Pues sí que es un delito, y tipificado en el código penal. Porque usurpar una clave de seguridad privada puede acarrear penas de hasta 4 años de cárcel. Según el Instituto Nacional de Ciberseguridad hace 3 años cerca de un 12% de los que utilizaban wifi lo hacían de manera fraudulenta, ahora con la proliferación de wifis públicas abiertas y con más seguridad en los dispositivos ese porcentaje ha bajado al 2%.
Si va más lento es una señal clara de que alguien más está tirando de nuestro internet. Lo pueden hacer con programas informáticos que averiguan nuestra a contraseña. Los que tienen una clave desde hace por lo menos 7 años y los que dejan la que viene de serie son carne de cañón para el vampiro de la wifi.
Además, existen varias aplicaciones móviles que nos permiten ver el listado de dispositivos conectados a nuestro router. Para identificar a los intrusos.