Ansiedad, angustia, insomnio... Con estos síntomas se presentan muchos pacientes en la consulta de su médico de cabecera. En los últimos dos años se ha convertido en algo habitual. De hecho, los profesionales de la salud mental han alertado de que la demanda psicológica ha aumentado más de un 25% desde el inicio de la crisis económica.
"Muchas personas llegan con un cuadro depresivo como consecuencia de la pérdida del trabajo, problemas familiares o dificultades para llegar a fin de mes". Así lo reconoce Cristina Pérez, Director Médico del Centro Hospitalario Benito Menni de Valladolid.
Y dado que los problemas económicos están afectando a todos por igual, no se puede hablar de un perfil determinado del tipo de pacientes que acude a pedir ayuda psicológica. "A nuestras consultas", asegura Cristina Pérez, "llegan personas mayores que, a punto de jubilarse, han perdido su trabajo o jóvenes preocupados porque aún no han comenzado una vida laboral".
En estos casos la familia sigue siendo un pilar fundamental. Nuestro entorno más cercano es el que nos escucha e intenta buscar soluciones. Con la crisis se ha comprobado que la solidaridad entre los miembros de una misma familia ha aumentado.
La crisis, según Cristina Pérez, es una nueva oportunidad para que cada individuo se adapte a estas nuevas circunstancias. Algo complicado, pero no imposible. "La razón es que nos hemos acostumbrado a tener cosas que realmente no son necesarias para vivir, sin las que se puede ser muy feliz y sin las que nos podemos desarrollar como personas y profesionales".
Por eso es muy importante educar en la frustración. Enseñar a los más pequeños que los fracasos también forman parte de nuestra vida y que de ellos aprendemos que no todo es un camino de rosas.
Otra cuestión es cómo los adictos se han adaptado a la crisis. Antes lo eran en una situación social. El alcohólico bebía en el bar, el ludópata jugaba en el bingo. Ahora lo hacen en la intimidad de su casa. Desarrollan esta conducta en privado. Porque es más barato y porque socialmente está mal visto que un parado gaste el dinero que no tiene en un vicio.