El delirio de un monstruo seguido por un ejército de fanáticos dio paso al mayor exterminio que haya conocido el planeta. Adolf Hitler se sirvió de varios campos de concentración para llevar a cabo sus planes de exterminio de la raza judía.
En mayo de 1940 abrió sus puertas a 90 kilómetros de Cracovia uno de los peores infiernos durante la Segunda Guerra Mundial: el campo de concentración de Auschwitz Birkenau, bajo el mando del comandante de las SS Heinrich Himmler. Los nazis ampliaron sus instalaciones con otras dos fases, entre ellas la tristemente célebre de Auschwitz-Birkenau, cuya cámara de gas podía asesinar a 2.500 personas de golpe.
La pesadilla de sus internos terminó el 27 de enero de 1945, cuando las tropas del Ejército Rojo arrebataron a los nazis parte de Polonia y liberaron el campo. En cuatro años, se calcula que murieron asesinadas entre un millón y medio y dos millones y medio de personas, la mayoría judíos, aunque también eslavos, gitanos y prisioneros de guerra, además de otro medio millón que falleció por hambre o enfermedades.