Los orientadores de los institutos están detectando nuevos problemas en los adolescentes. No solo se trata de cuestiones académicas sino también de otras relacionadas con las adicciones, el juego, la pornografía, etc. Suelen darse cuenta de que algo no va bien cuando los alumnos no rinden en clase. Explican que, en muchas ocasiones, son los que informan a los padres sobre estos asuntos que desconocen de sus hijos. Han asumido un nuevo papel: enseñar cómo prevenir estas situaciones a los alumnos pero también a los progenitores.
Este curso, las tareas de orientación académica han tenido un plus extra. Los departamentos y equipos de orientación han tenido que reforzar la labor de diagnóstico y atención a los alumnos con dificultades de aprendizaje y el apoyo al resto de profesores. Los tres meses con los colegios cerrados durante el confinamiento han pasado factura porque en septiembre los docentes encontraron grandes diferencias entre unos alumnos y otros. Un desequilibrio, que los orientadores, sobre todo en los centros de Infantil y Primaria, ha podido solventar gracias al esfuerzo de tutores y familias, que han colaborado.
La Unesco recomienda un orientador por cada 250 estudiantes y muchos de ellos tienen a su cargo una media de 600 alumnos.