Los castaños pintan de tonos verdes, amarillos y ocres el Barranco de las Cinco Villas, la puerta de acceso al Valle del Tiétar desde la vertiente norte de la Sierra de Gredos. Cobijados a los pies de las montañas y supervivientes del incendio devastador de julio de 2009, estos árboles dejan caer los erizos que todavía hoy recogen más de 190 familias de la zona, que dedican buena parte del otoño a cosechar castañas. Este año, la campaña se cierra con más de 150.000 kilos en Cuevas del Valle, municipio castañero por excelencia.
En la cooperativa El Castañar la actividad es constante estos días. En la recta final de la temporada de castañas, las mujeres –que son las que se suelen encargar del trabajo en la nave para la clasificación, pesaje y envasado de la castaña- se afanan en recoger la carga de los cooperativistas, procesarla y envasarla. Pasan los sacos por el rodillo de escogido, meten las castañas en sacos, pesan y registran. Sin descanso.
Mientras, en las fincas sembradas de castaños, muchos hombres, jóvenes y también bastantes mujeres recogen las castañas. Hay que esperar a que el erizo caiga del árbol. Con cuidado, porque sus afiladas púas pinchan con rabia, se rastrillan los erizos o se les golpea con un palo llamado gancho para que suelten el fruto, y luego se recogen a mano, una a una. En el campo, esta semana, sólo quedan los castañeros que están “al rebusco” de las últimas castañas.
Este año ha sido bueno. Se superarán los 150.000 kilos de castañas, casi un 60 por ciento más que en el año anterior, cuando el incendio del Valle del Tiétar afectó a los castaños y mermó la producción, que no pasó de los 80.000 kilos.
Aunque la cifra es buena, señala el gerente de la cooperativa ‘El Castañar’, Javier Martín, es ínfima comparada con las registradas hace 30 años, cuando se alcanzaba el millón de kilos y la castaña de Cuevas del Valle reinaba en el mercado de la zona centro. “Pero la enfermedad de la tinta acabó con muchos castaños”, y el abandono del campo también terminó por reducir la cosecha, apunta.
En manos de castañeras
La castaña de Cuevas del Valle se vende, desde hace dos años, íntegramente en el mercado nacional, si bien están en conversaciones con una empresa de Granada que exporta productos agrícolas a Estados Unidos, Canadá y Alemania.
Javier Martín explica que venden de forma directa unos 20.000 ó 30.000 kilos de este fruto seco a los castañeros, que aprecian la castaña de Cuevas más que la gallega porque la primera “se conserva muy bien durante muchos meses y está poco agusanada”. Sin embargo, reconoce, la segunda se pela mejor, pero esta cualidad apenas importa si la castaña se utiliza para asarla, porque una vez tostada, la piel se desprende con facilidad.
El hecho de que este año haya una mayor producción tiene también su cara negativa. Al principio de temporada, como es habitual, la castaña de Cuevas del Valle ‘domina’ el mercado, ya que es más temprana que la castaña gallega o berciana, y consiguió precio de más de tres euros el kilo en las castañas de calibre extra.
Sin embargo, a estas alturas de final de campaña, las castañas de calibre extra se pagan a entre 1,8 y 2,2 euros el kilo, indica Javier Martín. “Andamos peleándonos con la crisis”, explica. Es por eso que han tenido que recurrir a un almacén de Talavera de la Reina (Toledo) para poder procesar las castañas –fumigarlas, limpiarlas y refrigerarlas-, ya que apenas salen partidas para el mercado.
Calbotes y picones
Mientras trabajan en la cooperativa, las mujeres desvelan algunos de los secretos ancestrales para elaborar las recetas más clásicas de las castañas. En Cuevas del Valle, a las castañas asadas se las denomina ‘calbotes’. A las castañas cocidas se las llaman picones.
En la fiesta del Calbote, que tiene lugar de forma tradicional cada 1 de noviembre, pero que se ha transformado desde hace algunos años en fiesta popular –este año, se celebró el pasado sábado, 13 de noviembre-.
Para asarlas en esta fiesta, es necesario hacer una pira con hojas de pino, conocidas en la zona como ‘agujugos’, y meter las castañas en el interior hasta que quedan convenientemente asadas. “Las mejores castañas para asar son las avellanadas”, revela una de las mujeres, “que son las que tienen un color castaño claro, porque las ha dado más el sol”. En cuanto al tamaño, mejor las medianas que las grandes. Y, por supuesto, se pueden asar en sartenes calboteras.
Sin embargo, para elaborar los picones o castañas asadas, las más convenientes son las más grandes, las de calibre extra. Las castañas, rajadas, se deben cocer a fuego lento en agua con sal y anises de estrella.