La economía vive ciclos y después de vivir un momento dulce, ya hay señales de alarma. El ritmo de crecimiento se ha desacelerado y la guerra de Ucrania ha frenado en seco la recuperación. Todo ello con una escalada de precios y temor en los mercados, que hacen que nos dirijamos hacia unos meses complicados.
Las señales están ahí: los españoles nos fijamos cada vez más en los precios porque el bolsillo empieza a resentirse. Y eso que el precio de algunas materias primas ha bajado. Es el caso del níquel, de la madera o del aluminio. Parece una buena noticia, pero podría no serlo. Bajan porque se ha solucionado el cuello de botella que provocó la pandemia, pero también porque hay menos demanda arrastrada por la incertidumbre, aunque los expertos descartan una recesión.
"No es recesión porque para eso deberíamos llevar varios meses de crecimiento negativo y no es el caso, pero sí podemos ver una desaceleración importante del crecimiento económico, por lo que estamos ante un contexto muy complejo", aseguraba Luis de Guindos, vicepresidente del Banco Central Europeo en una entrevista radiofónica.
Pero los inversores barruntan tormenta. La última sesión cerró con caídas de más del 2 por ciento. El IBEX 35 perdió los 8.000 puntos y bajó a mínimos de marzo. A esto se suma una inflación desbocada. En mayo la OCDE se anotó una subida de casi el 10%, y esto obliga a tomar medidas. El Banco Central Europeo prevé una subida de tipos de interés en julio del 0,25% y, según de Guindos, en septiembre podría ser superior a ese cuarto de punto si la situación no mejora. Y con este horizonte, el euro se desploma y se acerca a la temida paridad frente al dólar. En lo que llevamos de año se ha depreciado un 10 por ciento y está en mínimos de 2002.
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