Quienes la vieron bailar dicen que sus movimientos eran mágicos y livianos. Para expresarse Mariemma tuvo una cómplice: su modista y amiga Tomasa Benito. Desde 1964, diseñó y adaptó un rico y colorido vestuario que la bailarina lució en escenarios de todo el mundo. Treinta de esos vestidos se exponen en el museo Mariemma de Íscar, Valladolid, el pueblo natal de la artista.