Mucho se repite la idea de que el campo tiene que producir lo que el consumidor demanda. Hoy, debido a las modas o por causas justificadas, el consumo de productos sin gluten está en auge. Este es uno de los motivos por los que el trigo sarraceno está ganando terreno. En España la mayor parte de la superficie sembrada se encuentra en Aragón, Cataluña y Castilla la Mancha.
En Castilla y León, de forma tímida, también empieza a estar presente. Un ejemplo lo tenemos en el proyecto que hace tres años puso en marcha el Centro de Desarrollo Rural Valdecea ubicado en la localidad vallisoletana de Mayorga, junto al COCEDER y el ministerio de transición ecológica. En este caso fue el Itacyl quien les asesoró y les recomendó que su proyecto se centrará en el trigo sarraceno.
Agronómicamente, es un cultivo fácil. Su ciclo durante entre ocho y diez semanas y en el caso de Castilla y León comienza a finales de primavera, en otras zonas donde el clima es más suave se podría desarrollar entre octubre y diciembre.
A la hora de la sementera, la dosis por hectárea que se aplica es de 50 kilos con un máximo de 150 plantas. Su potencial productivo en la Comunidad está fijado en 1.900 kilos por hectárea, un dato clave al que hay que añadir que la tonelada de trigo sarraceno en el mercado cotiza sobre los 500 euros.
También es un cultivo interesante, el problema llega una vez que se cosecha y es que, de momento, no hay empresas que apuesten por hacer la tarea de descascarillado, con lo que o estas empresas aparecen o será difícil que la superficie aumente, algo clave. Hay que tener en cuenta que las harineras afirman que del volumen total de harinas con las que trabajan el 5% corresponden al trigo sarraceno.