Bajar una persiana, encender la batidora, un portazo o una conversación. Cualquiera de estos sonidos provoca tal dolor de cabeza a las personas con hiperacusia que su salvación es aislarse en una habitación.
El primer sitio al que acude alguien afectado por este trastorno es la consulta del otorrino. Sin embargo, tras muchas pruebas, se comprueba que los oídos están perfectamente. Ese es el gran problema de la hiperacusia. Se desconoce qué la causa y por tanto es imposible establecer un tratamiento.
Aunque sí se sabe que hay aspectos de nuestra vida cotidiana que están relacionados con su aparición. Según la otorrino Elisa Gil-Carcedo, del Hospital Río Hortega de Valladolid, "el estrés, el ruido ambiental, la ansiedad, los trastornos del sueño influyen. También una psique un poco neurótica en determinados casos".
La segunda visita es al neurólogo. El oído es el vehículo transmisor de lo que se genera en nuestro cerebro que, al fin y al cabo, es el que procesa los sonidos que escuchamos. Pero tampoco sirve de gran ayuda.
La reeducación del oído puede ser una alternativa. Los pacientes se someten a diferentes frecuencias para acostumbrarse, poco a poco, a los diferentes ruidos. En esa etapa está Begoña. Una salmantina a la que desde hace tres años la hiperacusia mantiene más en su casa que fuera de ella.
Begoña escudriña la calle cuando sale a pasear. Si hay una zona en obras la evita. Si hay mucho tráfico coge un atajo. Una auténtica aventura con el fin de evitar el ruido, algo imposible en la sociedad que vivimos.
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