Jesús Carazo (Burgos, 1944). Estudió el bachillerato en el Liceo Castilla de su ciudad natal y en 1968 se licenció en Filosofía y Letras por la Universidad Complutense de Madrid. Su vida ha estado dedicada a la docencia y a la escritura. Entre 1968 y 1977 fue profesor en Tánger. Tras cinco años de estancia en España (Palma de Mallorca y Málaga), se trasladó a Burdeos, donde permaneció desde 1982 hasta 1988. Durante los últimos años, hasta su reciente jubilación, ha ejercido como catedrático de Lengua y Literatura en el Instituto López de Mendoza de Burgos.
Desde el inicio, su trayectoria literaria ha estado jalonada por múltiples premios y reconocimientos. Su opera prima, La ciudad donde habita Caribdis, ya obtuvo el Premio Sésamo de novela corta en 1987.
Su segunda novela, Los límites del paraíso (finalista del Premio Nadal de 1988) refleja el proceso declinante de una pasión amorosa estrenada con aliento neorromántico. Con Secretum ganó el Ciudad de Barbastro (1993) y Los abismos de la noche se alzó con el Premio Ateneo Ciudad de Valladolid (1995).
Una parte sustancial de la producción novelística de Jesús Carazo está dirigida a un público juvenil, terreno éste donde ha obtenido una enorme difusión, con títulos que se siguen reeditando año tras año y que aspiran a ser leídos con el mismo placer por jóvenes y adultos. El soñador furtivo fue su primera incursión en el género, galardonada con el Premio Elena Fortún en 1989 y seleccionada posteriormente, por un grupo de especialistas consultados por la Fundación Germán Sánchez Ruipérez, como una de las cien mejores novelas juveniles de todo el siglo XX.
Después publicó Las sombras de la caverna (1992) y El verano francés (1997), donde recrea los sueños de un chaval hijo de divorciados que pasa los veranos con su padre en Burdeos. El círculo africano (1997) trata de las peripecias de un joven cooperante. El mal de Gutenberg (2002) incide en los sinsabores de las tareas educativas.
Sus novelas más recientes, ¡Pide otra pizza, por favor! (2003), El túnel de papel (2004), Yara cruza los Pirineos (2006) y La doble vida de las cosas (2009), también han sabido conectar con los adolescentes y son lectura habitual en numerosos institutos.
La escritura de Jesús Carazo es fluida y sutil, profunda pero no exenta de humor. En sus novelas suele aparecer lo provinciano frente a lo cosmopolita y el amor como antídoto o, al menos, como colorante para una vida de rutinario color gris, de la que también es posible redimirse gracias a la imaginación.
En los últimos años su dedicación al teatro es cada vez más intensa. Aunque ya desde su etapa como profesor en Tánger escribió textos para la escena (¡Nueva York a la vista!, Cierto ruido alarmante y Extraña madrugada en nuestra casa, Premio Casa de España en París, 1984), es durante la última década cuando aparecen sus títulos más significativos:
El último ensayo (1999), América (2000), Los grillos bajo la tormenta (2001), La invitación (2003), La increíble velocidad del planeta (2003) o El ojo de cristal, finalista del Premio Lope de Vega 2002, que ganaría en 2004 con Último verano en el paraíso.
Para la profesora Conde Guerri, “el teatro de Carazo, a la manera de los textos de Koltés, revela una cuidadosa atención por el lenguaje y las acotaciones escénicas, que esconden una vida propia, una historia intransferible al margen de las normas del tópico discurso conversacional”.
Sus obras teatrales han sido representadas dentro y fuera de España. El grupo Histrión Teatro llevó de gira por España La reina que no quiso reinar. En París, en edición bilingüe, ha aparecido El ojo de cristal bajo el título de On vous regarde (Hispanogalia, 2008).
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NARRATIVA
- La ciudad donde habita Caribdis (1987). Debate. Novela.
- Los límites del paraíso (1989). Destino. Novela.
- El soñador furtivo (1989). Aguilar. (1999, edición revisada). Acento. Novela
juvenil.
- Secretum (1992). Libertarias. Novela.
- Las sombras de la caverna (1992). Alfaguara. Novela juvenil.
- Los abismos de la noche (1996). Lumen. Novela.
- El círculo africano (1997). Acento. (2003). SM. Novela.
- El verano francés (1997). Alfaguara. Novela juvenil.
- Después de Praga (1997). Lumen. Novela.
- La boda del tío César (2001). Acento. Novela.
- El mal de Gutenberg (2002). SM. Novela juvenil.
- ¡Pide otra pizza, por favor! (2003). SM. Novela juvenil.
- El túnel de papel (2004). Alfaguara. Novela juvenil.
- Yara cruza los Pirineos (2006) Alfaguara. Novela juvenil.
- La doble vida de las cosas (2009).
TEATRO
- ¡Nueva York a la vista! (1972).
- Cierto ruido alarmante (1973).
- Extraña madrugada en nuestra casa (1973).
- En Los trabajos de
Thalía. Perspectivas del teatro español actual (2006). Cátedra Miguel Delibes / Llibros del Pexe.
- El último ensayo (1999).
- El ojo de cristal; América (2003). Dossoles.
- La invitación; Los grillos bajo la tormenta (2003). Dossoles.
- Último verano en el paraíso (2004).
- La increíble velocidad del planeta; Flores de papel (2005). Fundamentos.
- La reina que no quiso reinar (2006). Caja de Burgos.
- Extraña madrugada en nuestra casa (2006).
- Paisaje de lluvia con fantasmas (2007).
- La tarde del séptimo día (2007).
- Último verano en el paraíso (2009).
- Dos viejos lagartos (2009).
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Diciembre
Viernes 14
Había que saltar desesperadamente de la cama, lanzar una angustiosa mirada al despertador y calcular cuántos minutos quedaban aún para vestirse, lavarse, desayunar y salir hacia el colegio. Seis días por semana encerrado en aquella aula de paredes verdes, seis días inmóvil bajo los globos de cristal lechoso, prisionero en su pupitre de madera. Quería llorar, pero no había tiempo. Mientras se bebía el café con leche, mantenía los ojos clavados en el reloj de la cocina, como si así pudiera frenar las agujas. «¡Que no llegas! ¡Que son casi las nueve», le gritaba Puri desde el pasillo. ¿Dónde había dejado la cartera? Uno de estos días iba a abandonarla para siempre. Llevaría los libros en la mano, como los mayores. Al fin y al cabo, ya estaba en cuarto curso. Bajaba la escalera precipitadamente y corría después hacia el colegio, que se hallaba junto a la iglesia de San Cosme y San Damián, sombrío e inmóvil como una prisión. Y ya estaba ahí el timbre de las nueve, aullando desde todos los rincones del patio. ¡Silencio y a formar! El hermano Lucio se colocaba al frente de la clase, pero no se preocupaba porque las filas estuvieran demasiado rectas. Algo más lejos, el hermano Pedro, el Camuñas, el Olifante, obligaba a sus alumnos a situarse a un brazo de distancia, como en el ejército. «¡Cubrirssse!» Y las dos hileras se estiraban lentamente...
A las once bajaron al patio con la efímera ilusión del recluso que conoce los límites de su paseo al aire libre. El recinto debía de haber sido proyectado por algún arquitecto carcelario. Todo en él era gris: el suelo, los muros de cemento, el frontón que se alzaba en uno de los ángulos... Un pasillito de losetas lo dividía en dos partes, y por allí solían los frailes caminar en actitud de distraída vigilancia mientras, a ambos lados, los alumnos se disputaban escurridizas pelotas de goma. Todos los equipos se enfrentaban, en aparente confusión, a lo largo del mismo espacio alquitranado, tratando de evitar encontronazos, patadas, zancadillas. En los últimos tiempos, aquel juego se le antojaba a Tomás demasiado salvaje y fatigoso, y prefería pasar el recreo charlando con algún compañero en el banco de piedra adosado al edificio más antiguo.
Esa mañana fue a sentarse junto a él Leopoldo Contreras. Tomás se esforzaba por comprender a aquel muchacho escurridizo y nervioso, horriblemente feo, que andaba siempre madurando algún proyecto absurdo. Sus manos parecían dotadas de una vida independiente: se las veía aferrarse a las solapas de la chaqueta, hacer una rápida incursión en los bolsillos, rastrillar con ferocidad su cabeza o su cuello... Mientras hablaba, Contreras solía mirar a su alrededor como si se sintiera amenazado, perseguido. Aseguraba que tenía en casa una bayoneta de la segunda guerra mundial, y a veces sacaba una vieja revista alemana y mostraba las fotografías de algún dirigente del Tercer Reich. Todo cuanto brotaba de sus labios llevaba la aureola de lo clandestino, de lo secreto. Disfrutaba dejando caer una noticia inverosímil y escurriendo en seguida el bulto como si algo le impidiera revelar más detalles. Ese día, le habló a Tomás de un librito que estaba leyendo sobre los misteriosos poderes de la mente. En él se aseguraba que era posible desplazar cualquier objeto con la sola fuerza de la voluntad. Contreras llevaba una semana intentándolo y le parecía estar a punto de conseguirlo; incluso le dio a entender que ya había obtenido los primeros frutos. Y aquello, dijo, era sólo el principio; más tarde se proponía enviar órdenes a otros cerebros, y hasta volver loco a algún fraile asediándole con terroríficos «mensajes extrasensoriales». Tomás quiso que el chico le prestase el libro, pero Leopoldo aún no lo había terminado. No obstante, le explicó en dos palabras que debía comenzar con pequeños objetos —alfileres, cerillas, lentejas...— y que era preciso intentarlo durante cierto tiempo, concentrando en la mirada toda la energía de la mente.
El soñador furtivo.