El campo empieza a notar las consecuencias del incremento de los costes y la sequía. Tanto la agricultura como la ganadería están muy afectadas y el problema en su conjunto torna a dramático porque quienes forman parte del sector primario son una pieza clave para fijar población en el medio rural.

Nuestro campo agoniza. Muchas explotaciones han cerrado: llevan años arrastrando subida de costes, menos márgenes de beneficio o incluso produciendo a pérdidas, pero la crisis energética de este año ha sido la puntilla. Se han multiplicado los precios de los carburantes y la sequía también hace que aumente el consumo de agua.

Las temperaturas extremas han parado el crecimiento de cultivos como el lúpulo o directamente han quemado las vides en la DO Bierzo, no se salva ni el judión de la granja. Y también afecta a los animales. El calor hace que ingieran menos alimento y, por tanto, reduzcan su producción.

La falta de lluvia ha hecho que se produzcan cortes en comunidades de regantes e incluso en León han tenido que regar por turnos. El clima y los costes han precipitado un cambio en los cultivos. Muchos han dejado de ser rentables.

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