Destreza, sigilo, habilidad, y sobre todo un dominio absoluto de las artes marciales. Es la imagen que tenemos de los ninjas, una élite de mercenarios que se regían por el ninjitsu, un código de lucha y espionaje. El cine nos ha idealizado a estos soldados a sueldo del Japón medieval y el shogunato. Muchos sueñan con imitarles y compartir ese tipo de vida aunque sea por un día. Hay un lugar en el que aún se puede, y obviamente está en Japón, cerca de Tokio.
Nikko es una bucólica aldea que está anclada en el siglo XVI. El visitante puede entrenarse como uno de estos oscuros guerreros seculares. La primera lección consiste en el ritual de concentración y después se comienza con las artes marciales como el lanzamiento de las temidas estrellas.
Además de esta práctica se ensayan otras disciplinas como la esgrima con catanas, para después emplearla en exhibiciones, bien en los seis teatros de la aldea o en multitudinarias recreaciones callejeras.
La aldea funciona como un parque temático. Nikko ha permanecido cerrada a los visitantes desde marzo del año pasado por los daños que sufrió en el terremoto que asoló Japón. Tras un largo periodo de restauración ha vuelto a abrir sus puertas.