Su nombre nos evoca a épocas pasadas cuando quienes la padecían solían sufrir complicaciones derivadas de una enfermedad que tras la aparición de la penicilina dejó de ser considerada grave. Hoy en día la escarlatina continúa existiendo pero no es ni mucho menos lo que era a principios del siglo XX.
"En realidad" nos explica el doctor Fernando Centeno, Jefe de Servicio de Pediatría del Hospital Río Hortega de Valladolid, "no deja de ser una faringitis que se trata de forma habitual con un tratamiento antibiótico".
En otras palabras. Es una infección de la garganta producida por un tipo de estreptococo. Hay muchos niños que son portadores de este germen, lo que hace que sea mucho más fácil su transmisión, debido a que los niños están en contacto entre ellos en guarderías y colegios.
De hecho la escarlatina es una enfermedad propia de la infancia. Suele afectar a niños de entre tres y diez años. Se transmite a través de las gotitas de saliva que se emiten cuando se habla, se tose o estornuda.
Los síntomas son muy visibles. A parte de la fiebre hay otras señales. Se enrojece la lengua y aparecen unas manchas, "puntitos pequeñitos", relata el doctor Centeno, "con un fondo enrojecido y que normalmente suele empezar en la cara y va bajando hacia el tronco y las extremidades".
La escarlatina es más frecuente en los meses de invierno y en la primavera. Se trata con penicilina y otro tipo de antibióticos. Transcurridas 24 horas desde que se inicia el tratamiento, el niño ya puede hacer vida normal.